martes, 3 de septiembre de 2013

Unos salen, otros se resisten a dejar orillas del estero

Rocío Requené se mantiene en zozobra al desconocer si
será reubicada. Ella habita en la 14 y Cristóbal Colón. 
Martín Herrera
La incertidumbre y preocupación de decenas de familias que aún están asentadas en las riberas del estero Salado se contrasta con la alegría de otros habitantes que están siendo reubicados en planes habitacionales del Gobierno. Ambas realidades se observan en tres sectores del suburbio de Guayaquil.

Hasta fines de este año, son 3.580 familias que dejarán de vivir sobre el estero. De ellas, 2.060 ya han salido y aún faltan 1.520 familias por reubicar, según el proyecto Guayaquil Ecológico, que incluye la recuperación de este ecosistema.

Mientras terminaba de cargar sus colchones, mesa de plástico y trastes en una camioneta, Andrea Lluguay se mostró contenta por tener un lugar propio donde vivir con su esposo y tres hijos.
Su casa de caña sostenida sobre palos aún está en pie y la observaba a lo lejos, con nostalgia. “Hace un mes me notificaron y el domingo pasado me entregaron la llave de mi casa en Socio Vivienda 2.

Ramona Caicedo vive en la D y la 12 y no quiere
ser reubicada. Martín Herrera
 Estoy contenta y tranquila de tener mi casa propia. Está bonita”, dijo la mujer, que vivía en Leonidas Plaza y callejón G, en el suburbio.

Junto a la casa de caña que dejó Lluguay están decenas de viviendas de caña, construcción mixta y de cemento que también están sobre la orilla. Algunos ya han sido notificadas, otros aún no. Ese es el caso de la familia de Carmen Apolinario. “Tengo que ir al Miduvi para ver qué pasó, porque a varios ya les han dado casa, pero a mi hijo no lo han notificado. Como él trabaja, yo le estoy haciendo el trámite”, dijo.

En la 14 y Cristóbal Colón, permanece en zozobra Rocío Requené, de 42 años. A ella la habrían notificado hace un año, pero aún no la han reubicado.

“Mi casa ya mismo se cae (está en la orilla) y no la puedo arreglar porque nos dijeron que nos van a reubicar, pero aún nada. Nosotros sí queremos irnos, pero no nos han dicho cuándo. Hace tres semanas ya se fue la vecina”, comentó. Ella vive con sus cinco hijos, yerno y nietos.

Así también está Carlos Delgado, en la 22 y la U. Él tiene la única casa de caña sobre el estero en ese sector. En ambos lados está limpio y con rocas.

Entre quienes se resisten a salir está Ramona Caicedo, de 41 años. Ella vive en la D y la 12 con su esposo, hijos y tres nietos desde hace 18 años.

En los últimos dos años la han censado dos veces, pero no la han notificado. “Prefiero vivir aquí sobre el estero. No quiero irme a una estrechez, estoy mejor aquí, en mi casita”, insistió.

Pero ella no es la única, hacia ambos lados hay decenas de familias que están sobre el estero en viviendas de caña y de cemento, todas en espera.
Hace tres meses reubicaron a mi mamá. A mí también me dieron una casa y ya pagué la luz, pero todavía no me voy porque aquí (coop. 22 de Julio) tengo mi casa de cemento en tierra firme. Quiero ver si me dejan aquí para devolver la otra casa”.
Mercy Chilán, coop. 22 de Julio

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