viernes, 22 de junio de 2012

La Descarga: el Salado como identidad (con John Dunn)



miércoles, 20 de junio de 2012

El estero Salado se toma un respiro

En el sector Barrio Lindo. El plan del MAE incluye reforestar
3 hectáreas de mangle y remover 190 toneladas de palafitos del
puente de la A.
Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados. Como beneficios se espera que el oxígeno aporte a la preservación de las especies bioacuáticas. Mejillones, conchas, cangrejos son parte de este ecosistema. Y las ramas de los cinco tipos de mangle que nacen en sus orillas son el hábitat de 120 especies de aves (16 aparecen en el Libro rojo de aves del Ecuador), tal como señala un estudio la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, elaborado en el 2011. Semilleros, caciques y el ágil martín pescador vuelan por Miraflores. Cuando baja la marea, el ibis de plumas blancas se confunde con las fundas plásticas enredadas en los mangles. La basura y las invasiones son otra amenaza. Hasta 1955, los brazos del Salado eran más extensos. Según los registros municipales, 70 hectáreas fueron rellenadas y urbanizadas. La Trinitaria, Las Malvinas, el Suburbio… el cemento y la caña asfixian a este brazo de mar. Se calcula que unas 5 000 familias viven sobre el estero y el Gobierno espera reubicarlas hasta el 2013. El estruendo de un motor resuena en Barrio Lindo (Suburbio). Miguel Rodríguez acelera el paso para cruzar el puente 4 de Noviembre. No soporta el hedor. “Hace 40 años uno se bañaba y hasta se podía pescar”. Hoy, renacuajos hacen borbotear el agua turbia. El paso de una lancha de Visolit, empresa contratada por el Municipio para la limpieza del estero, dispersa la masa efervescente. En la barca se puede hallar de todo: pañales, zapatillas, animales muertos, muñecos desmembrados, hasta una réplica barata de un mueble Luis XV destartalado. Luis Castañeda, supervisor de Visolit, dice que al día recogen 32 toneladas de desechos. “Recuperamos 75% del área que recorremos. Al principio (2001) caminábamos sobre el agua, por la basura. Pero aún falta conciencia”. Cerca, junto al puente de la A, hay un pequeño puerto. Ismael Vera, de 70 años, aguarda el zarpe de una embarcación. Un bolero hace eco en el estero. “Ojalá vuelva a ser lo de antes”. En el lodo de la orilla lo acompaña ‘Chucho’ Avellanet, en una vieja portada de un disco de vinilo LP. Es del 60.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/sociedad/estero-Salado-toma-respiro_0_721727957.html?print=1. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados. Como beneficios se espera que el oxígeno aporte a la preservación de las especies bioacuáticas. Mejillones, conchas, cangrejos son parte de este ecosistema. Y las ramas de los cinco tipos de mangle que nacen en sus orillas son el hábitat de 120 especies de aves (16 aparecen en el Libro rojo de aves del Ecuador), tal como señala un estudio la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, elaborado en el 2011. Semilleros, caciques y el ágil martín pescador vuelan por Miraflores. Cuando baja la marea, el ibis de plumas blancas se confunde con las fundas plásticas enredadas en los mangles. La basura y las invasiones son otra amenaza. Hasta 1955, los brazos del Salado eran más extensos. Según los registros municipales, 70 hectáreas fueron rellenadas y urbanizadas. La Trinitaria, Las Malvinas, el Suburbio… el cemento y la caña asfixian a este brazo de mar. Se calcula que unas 5 000 familias viven sobre el estero y el Gobierno espera reubicarlas hasta el 2013. El estruendo de un motor resuena en Barrio Lindo (Suburbio). Miguel Rodríguez acelera el paso para cruzar el puente 4 de Noviembre. No soporta el hedor. “Hace 40 años uno se bañaba y hasta se podía pescar”. Hoy, renacuajos hacen borbotear el agua turbia. El paso de una lancha de Visolit, empresa contratada por el Municipio para la limpieza del estero, dispersa la masa efervescente. En la barca se puede hallar de todo: pañales, zapatillas, animales muertos, muñecos desmembrados, hasta una réplica barata de un mueble Luis XV destartalado. Luis Castañeda, supervisor de Visolit, dice que al día recogen 32 toneladas de desechos. “Recuperamos 75% del área que recorremos. Al principio (2001) caminábamos sobre el agua, por la basura. Pero aún falta conciencia”. Cerca, junto al puente de la A, hay un pequeño puerto. Ismael Vera, de 70 años, aguarda el zarpe de una embarcación. Un bolero hace eco en el estero. “Ojalá vuelva a ser lo de antes”. En el lodo de la orilla lo acompaña ‘Chucho’ Avellanet, en una vieja portada de un disco de vinilo LP. Es del 60.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/sociedad/estero-Salado-toma-respiro_0_721727957.html?print=1. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse.

Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park.

Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel.

De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas.

El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa…

Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos.

Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí.

No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico.

Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía).

En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

Como beneficios se espera que el oxígeno aporte a la preservación de las especies bioacuáticas. Mejillones, conchas, cangrejos son parte de este ecosistema.

Y las ramas de los cinco tipos de mangle que nacen en sus orillas son el hábitat de 120 especies de aves (16 aparecen en el Libro rojo de aves del Ecuador), tal como señala un estudio la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, elaborado en el 2011.

Semilleros, caciques y el ágil martín pescador vuelan por Miraflores. Cuando baja la marea, el ibis de plumas blancas se confunde con las fundas plásticas enredadas en los mangles. La basura y las invasiones son otra amenaza.

Hasta 1955, los brazos del Salado eran más extensos. Según los registros municipales, 70 hectáreas fueron rellenadas y urbanizadas. La Trinitaria, Las Malvinas, el Suburbio… el cemento y la caña asfixian a este brazo de mar. Se calcula que unas 5 000 familias viven sobre el estero y el Gobierno espera reubicarlas hasta el 2013.

 El estruendo de un motor resuena en Barrio Lindo (Suburbio). Miguel Rodríguez acelera el paso para cruzar el puente 4 de Noviembre. No soporta el hedor. “Hace 40 años uno se bañaba y hasta se podía pescar”. Hoy, renacuajos hacen borbotear el agua turbia.

El paso de una lancha de Visolit, empresa contratada por el Municipio para la limpieza del estero, dispersa la masa efervescente. En la barca se puede hallar de todo: pañales, zapatillas, animales muertos, muñecos desmembrados, hasta una réplica barata de un mueble Luis XV destartalado.

 Luis Castañeda, supervisor de Visolit, dice que al día recogen 32 toneladas de desechos. “Recuperamos 75% del área que recorremos. Al principio (2001) caminábamos sobre el agua, por la basura. Pero aún falta conciencia”.

Cerca, junto al puente de la A, hay un pequeño puerto. Ismael Vera, de 70 años, aguarda el zarpe de una embarcación. Un bolero hace eco en el estero. “Ojalá vuelva a ser lo de antes”. En el lodo de la orilla lo acompaña ‘Chucho’ Avellanet, en una vieja portada de un disco de vinilo LP. Es del 60.
Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados. Como beneficios se espera que el oxígeno aporte a la preservación de las especies bioacuáticas. Mejillones, conchas, cangrejos son parte de este ecosistema. Y las ramas de los cinco tipos de mangle que nacen en sus orillas son el hábitat de 120 especies de aves (16 aparecen en el Libro rojo de aves del Ecuador), tal como señala un estudio la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, elaborado en el 2011. Semilleros, caciques y el ágil martín pescador vuelan por Miraflores. Cuando baja la marea, el ibis de plumas blancas se confunde con las fundas plásticas enredadas en los mangles. La basura y las invasiones son otra amenaza. Hasta 1955, los brazos del Salado eran más extensos. Según los registros municipales, 70 hectáreas fueron rellenadas y urbanizadas. La Trinitaria, Las Malvinas, el Suburbio… el cemento y la caña asfixian a este brazo de mar. Se calcula que unas 5 000 familias viven sobre el estero y el Gobierno espera reubicarlas hasta el 2013. El estruendo de un motor resuena en Barrio Lindo (Suburbio). Miguel Rodríguez acelera el paso para cruzar el puente 4 de Noviembre. No soporta el hedor. “Hace 40 años uno se bañaba y hasta se podía pescar”. Hoy, renacuajos hacen borbotear el agua turbia. El paso de una lancha de Visolit, empresa contratada por el Municipio para la limpieza del estero, dispersa la masa efervescente. En la barca se puede hallar de todo: pañales, zapatillas, animales muertos, muñecos desmembrados, hasta una réplica barata de un mueble Luis XV destartalado. Luis Castañeda, supervisor de Visolit, dice que al día recogen 32 toneladas de desechos. “Recuperamos 75% del área que recorremos. Al principio (2001) caminábamos sobre el agua, por la basura. Pero aún falta conciencia”.

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FUENTE:  Diario El Comercio













Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

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Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

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Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

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Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

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Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/sociedad/estero-Salado-toma-respiro_0_721727957.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

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Años 60. Velasco Ibarra gana por cuarta vez la Presidencia, la música de The Beatles da sus pasos por Guayaquil y la vida del estero Salado comienza a opacarse. Mucho antes, por 1920, el Salado era el lugar favorito de pasatiempo de los jóvenes de la época. Un ejemplo: el American Park. Construido a orillas de este brazo de mar -frente al Tennis Club- y con un aire ‘gringo’, en ese parque de diversiones había de todo: películas de Chaplin, carruseles, partidos de béisbol, “una playa y dos piscinas de agua salada, pura y cristalina, porque aún no se contaminaba”, según narra el historiador Rodolfo Pérez Pimentel. De esa imagen del estero limpio solo quedan recuerdos, pues a partir de los 60 empezó su decadencia. Hoy, en sus 30 kilómetros de ramales, lidia con la contaminación de las industrias y las casuchas que agobian sus orillas. El Ministerio del Ambiente identifica como áreas críticas los tramos Urdesa-Kennedy, Miraflores, Puerto Lisa, Mogollón, Las Ranas y la Trinitaria. En esos sectores el agua tiene un aspecto camaleónico; a ratos es negruzca, a ratos blanquecina, a ratos verdosa… Ese es solo uno de los efectos de uno de los enemigos del estero, la contaminación industrial. Según la Dirección de Medio Ambiente del Municipio local, el 13% de las 70 industrias detectadas en los ramales del norte arroja sus desechos sin previamente tratarlos. Eduardo Pérez se remanga el pantalón y se sumerge en un tramo de la Kennedy. Avanza lentamente, sin miedo de que “le salga cola de pescado”, como bromean quienes pasan al trote por ahí. No lo hace por placer; Pérez vigila el funcionamiento de una de las dos plantas que superoxigenación que buscan darle un respiro al estero. Con USD 3 millones de inversión, el MAE planifica instalar seis de estas plantas, dentro del proyecto Guayaquil Ecológico. Santiago García, gerente del plan de recuperación del Salado, explica que el sistema opera con estaciones de bombeo y filtros que captan el oxígeno de la atmósfera (ver infografía). En este proceso, el agua adquiere entre 25 y 30 mg de oxígeno disuelto por litro. Pero cuando regresa al estuario baja a 2 ó 3 mg por contaminantes como sulfuros, fosfatos, coliformes fecales... Por eso las plantas funcionarán por 10 años para ver resultados.

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En el sector Barrio Lindo. El plan del MAE incluye reforestar 3 hectáreas de mangle y remover 190 toneladas de palafitos del puente de la A.

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