viernes, 23 de julio de 2010

El Salado, la otra gran vía de Guayaquil

Juan C. Mestanza. R. Guayaquil
jcmestanza@elcomercio.com
 
Infografía interna
El canto de un pájaro a la distancia y el sonido de una bachata desde una casa se escuchan en el apacible ambiente de la mañana en el suburbio porteño.

Al poco rato se rompe esa quietud. ¡Canoaaaaaaa! es el grito que se escucha desde una de las orillas del estero Salado, en el populoso sector del Cisne 2. En la otra margen, en el barrio Nigeria de la Isla Trinitaria, una persona se sube a una embarcación y comienza a remar de pie. Unos 500 metros separan ese punto entre el suburbio y el sur.

Del lado de las calles F y la Sexta, Marcos Yagual espera bajo la sombra de un árbol. Es una rutina que realiza hace 40 años. Antes lo hacía cuando vivía al otro lado, en Esmeraldas Chiquito.

Desde que se cambió a Nigeria, los últimos 25 años, la canoa ha sido su medio de transporte. “Aquí pago 15 centavos por el viaje que dura 3 minutos. Si me fuera en carro tardaría una hora en dar toda esta vuelta”.
De inmediato, una canoa de 8 metros de largo está en la orilla. Efrén Nazareno lo ayuda a subir. Eso es parte del día a día de uno de los dos canoeros que dan este servicio. “Desde hace más de dos años, yo hago de 20 a 25 viajes por día, de lunes a domingo”.

Los adultos pagan 15 centavos, mientras los niños cancelan solo 5 centavos. El servicio se brinda entre las 07:00 y las 22:00.

Los pasajeros son variados. Niños y jóvenes que van o vienen de las escuelas y colegios, madres que realizan compras, gente que se mueve a sus trabajos....

Con su actividad, Nazareno es uno de los personajes que se encarga de mantener vivo y vigente al estero Salado como un ícono natural de Guayaquil.

Para Paulino Solórzano, el Salado es su aliado. Este guayaquileño de 64 años pesca a diario en su canoa. Allí saca su alimento y si sobra algo lo vende.

En el mismo suburbio, más hacia el suroeste, cerca al puente de la A, hay movimiento en un pequeño muelle en la orilla sur de la 12 y Pancho Segura. Allí, con el amanecer, ligeras canoas a motor llegan desde la zona del golfo.

En esas embarcaciones vienen pescado y camarones que comerciantes de varios mercados acuden a adquirir.

Esas canoas regresan cargadas con productos como arroz, verdes, legumbres y otra clase de alimentos. “Nos movemos entre Tres Cerritos, en la salida hacia la isla Puná, y Guayaquil. Es un viaje de más de una hora”, dice algo parco Esteban Rodríguez, quien se muestra impaciente por zarpar a su vivienda.

Cerca de allí, tres botes con personal de la empresa Visolit limpian el Salado. Esa labor diaria realizan 60 trabajadores, apoyados en 14 lanchas a motor.

Hacia el centro de la ciudad, el escenario es distinto. En la zona regenerada del puente Cinco de Junio, frente a la Universidad de Guayaquil, varios botes van y vienen a un intenso ritmo.

En ese sitio funciona desde hace cinco años la Escuela de la Federación de Canotaje. Durante la mañana practican 30 seleccionados y por la tarde 25 chicos de la escuela formativa.

El técnico argentino Sebastián de Cesare cree que este trabajo es importante para demostrar a la sociedad que el estero vive y que se puede realizar allí cualquier actividad náutica sin problema.

“Vengo de un país donde entrenábamos en un lugar parecido, de donde han salido campeones mundiales y un cuarto lugar en Juegos Olímpicos. ¿Por qué desde el Salado no se pueden proyectar figuras mundiales?”.
De Cesare recuerda que cuando llegó a Guayaquil, en el 2003, las condiciones del estero eran 10 veces peor a las de ahora. “Era muy sucio, no había los malecones. En el recorrido veíamos a gente drogándose en las orillas o lanzando basura al Salado desde las ventanas de sus casas”.

Belén Ibarra, seleccionada del Ecuador tiene tres años practicando. “Al comienzo sentí un poco de recelo por entrar al agua tomando en cuenta que antes se veía agua sucia. Hoy para mí, el Salado tiene un gran significado. Habla mucho de un Guayaquil distinto, que refleja espontaneidad y una nueva vida”.

A sus 19 años, esta estudiante de la Universidad Católica, muy cerca a la Escuela de Canotaje, dedica seis horas diarias en dos jornadas a los entrenamientos en el Salado. Incluso, forma parte de un grupo de deportistas que promueve una campaña de concienciación ciudadana para que no se ensucie el afluente.
Tomado de Diario El Comercio

miércoles, 21 de julio de 2010

Liceo Naval pedaleó para salvar el estero

Foto: Juan Carlos Holguín / Expreso

Colaboración. Más de 90 jóvenes llegaron hasta el estero en la Kennedy Norte y participaron en una minga durante la cual recogieron basura y limpiaron parte del bosque.


“La Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos. Respeta y cuida el planeta”.

El slogan fue creado por Kevin Medina, de 14 años, con la colaboración de sus padres y fue escogido como el más representativo de los que participaron. Kevin fue premiado con un casco profesional de ciclismo. Pero tanto a este joven como a sus compañeros del Liceo Naval les quedó la satisfacción de haber participado en un ciclopaseo cuyo objetivo final era la recuperación del estero.

El evento fue organizado el sábado por el club de ecociclismo Ecuador Aventura e incluyó a más de 90 jóvenes del plantel. Según Luis Sánchez, representante del club, “las instituciones están preocupadas por el ambiente, esperamos que otros centros educativos se unan”.

Los estudiantes fueron escogidos y tienen un promedio académico sobresaliente. Partieron en bicicletas a las 08:00 desde el Liceo, situado en la avenida Pedro Menéndez Gilbert, hasta el parque ecológico en la Kennedy Norte, junto al estero. Ahí realizaron una minga de limpieza de basura y mostraron los carteles con mensajes ecológicos que elaboraron para el acto.

A las 10:00 regresaron al plantel, escoltados por personal de la CTG encargado de abrirles paso. Rodolfo Torres, padre de la cadete Ámbar Torres, de 12 años, se mostró complacido con el evento. “Por la contaminación del medio ambiente, el Liceo Naval está aportando con un granito de arena para dar ejemplo a la sociedad. No deberíamos hacerlo solo en Guayaquil, sino en el resto del país”.

Llevando en la cabeza su premio, Kevin Medina dijo que “debemos proteger el estero Salado, está casi muerto, apesta y el agua está negra. Vivía cerca al estero y mis abuelos me decían que antes era cristalino. Ahora es desagradable”.

Información tomada de Diario El Expreso

Funda plástica: La flor oficial del Estero Salado?

Foto: Rafael Valdiviezo

Ocho casas cedieron ante el Estero Salado

El Gobierno ayudó a los afectados con atención médica, entrega de vituallas y alimentos


El drama de las ocho familias a las que el estero se les llevó sus casas, el  sábado anterior, continuaba  hasta ayer.

Son más de 30 las personas  que ahora están en la indigencia; ellas vivían  en la cooperativa Esmeraldas Libre, en las Malvinas, y lo perdieron todo cuando sus endebles casas de caña cedieron ante  las aguas del Estero Del Muerto.

Hasta el sitio llegó ayer  el gobernador del Guayas, Roberto Cuero, quien  comunicó a los  afectados que serán tomados en cuenta en el proyecto “Guayaquil ecológico”, que busca recuperar el Estero Salado.

“Queremos resolver este problema de forma integral, por eso no se volverá a construir en este sector. He dado la disposición de que sean favorecidos con el plan habitacional Socio Vivienda, en Nueva Prosperina”, manifestó la autoridad, e insistió en el  peligro que corren si vuelven a invadir el lugar.    

A los perjudicados  les fueron entregadas raciones de alimentos para una semana,  informó Yuri de Janón, coordinador provincial de respuesta de la Subsecretaría Nacional de Gestión de Riesgos.

Asimismo, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) les dio vituallas (colchón, sábanas, almohadas y artículos de aseo personal).

Mónica Becerra, directora  provincial del MIES, dijo que los afectados -por decisión propia- se quedarán  con familias que los han acogido, pues se niegan a ir al  albergue del Buen Vivir, ubicado en Lizardo García y Gómez Rendón.

Yuri Patiño, director provincial de Salud del Guayas,  sostuvo que se brindó atención médica oportuna a las personas que lo necesitaron.

 Ese fue el caso de Bolívar Rodríguez Vargas, de 21 años, quien fue trasladado al hospital Guayaquil, por presentar un traumatismo craneoencefálico y una rotura en el cuero cabelludo. Por su estado de salud estable   fue dado de alta ayer.

Luz América Solís, quien resultó herida en su brazo izquierdo por salvar a sus pequeños hijos de caer al estero, se mostró agradecida por la ayuda que recibió.

“Recién tengo siete meses viviendo aquí y me sucede esta desgracia”, expresó. Justificó su permanencia en el lugar  debído a que no tenía dinero para continuar pagando el alquiler de una casa.  

A través de los Equipos Básicos de Salud (EBAS) se determinó que  38 es el número   de personas  damnificadas.

Gastronomía marcó festival en malecón del Estero Salado


Rafael Ayauca atiende en su stand de alimentos durante el festival
gastronómico que se realizó en el malecón del estero Salado.
El evento incluyó danza, pintura y actividades para los niños.



"Está delicioso", expresó Patricia Miranda cuando probó el plato de arroz con pollo que compró a $ 1 en el festival gastronómico que se realizó ayer en un sector del malecón del estero Salado.

Los habitantes de 10 de Agosto y la 11 lo organizaron con el apoyo de la Dirección municipal de Acción Social y Educación (DASE).

En el evento, denominado Guayaquil de mis amores, se incluyeron presentaciones de danza, con la participación de niños del sector, y un concurso de pintura para los menores.

Bajo carpas proporcionadas por el Cabildo, los habitantes vendieron diversidad de platos. Uno de ellos fue el dirigente barrial Rafael Ayauca, quien promocionaba el plato de ensalada de cangrejo a $ 2, de guatita a $ 1 y las empanadas a $ 0,50 con un vaso de cola incluido.

"Ha sido muy buena la acogida. A esta hora (mediodía) he vendido casi los 50 platos que traje", manifestó.

Ayauca dijo que estas actividades las prevén realizar cada quince días, para recolectar fondos y organizar las festividades de octubre, cuando eligen a la reina del Malecón del Salado, y para agasajar a los niños por Navidad (25 de diciembre).

La recuperación del sector nos ha dado autoestima, indicó Ayauca, uno de los 40 líderes con que cuenta la zona y que trabajan en coordinación con la Municipalidad, según indicó Alexandra Caiminagua, representante de la DASE.

En el festival se hizo un bingo ecológico con los menores. Se les enseñó, por ejemplo, que se gastan seis litros de agua si se deja la llave abierta mientras se cepillan los dientes. El premio eran juguetes.

Agenda: Fiestas julianas
11/7/2010
21:00. Último día de la feria Expolibro. En el Palacio de Cristal del Malecón.

16/7/2010
09:00. Concurso Ritmos Costeños II. En la concha acústica del parque Stella Maris, hasta las 13:00.

16/7/2010
10:00. Feria internacional de artesanía, joyas y diseño. En el Palacio de Cristal, hasta las 21:00.

16/7/2010
16:30. Clausura del taller de teatro infantil y presentación de obra de teatro en el escalón 123 del cerro Santa Ana. Será hasta las 18:00.

17/7/2010
10:00. Establecimientos educativos particulares presentan trabajos en Plaza de la Música del malecón del estero Salado, junto al puente El Velero. Hasta las 13:00.
Fuente El Universo

Guayaquil, una travesía por el Estero Salado

Hasta los años sesenta fue el lugar obligado de visita y esparcimiento de los guayaquileños.
El Municipio trabaja en su recuperación. Sus cristalinas aguas inspiraban a poetas y artistas

El pasado y el presente de Guayaquil está ligado al estero Salado y a sus cálidas aguas, fuente de inspiración para poetas y artistas.

"Ciudad cosmopolita hogar fecundo/ entre dos aguas marcos de tu casa/ del Guayas eres tú dándote al mundo/ y el mundo es el Salado que te abraza", reza la estrofa de uno de los múltiples poemas (el mencionado es de Pablo Hanníbal Vela), inspirado en Guayaquil y su estero; y que el compositor y cantante guayaquileño Carlos Rubira Infante musicalizó en honor a la tierra que lo vio nacer.

A sus 89 años de edad, el tiempo no ha borrado su memoria y aún recuerda aquellos días cuando junto a Olimpo Cárdenas cantaba al pie del brazo de mar y bajo la fresca brisa del Salado en el emblemático American Park, inaugurado en 1918.

Ese desaparecido parque de diversiones, donde ahora se levanta la plaza Rodolfo Baquerizo Moreno (en honor a su fundador), fue escenario de los más importantes eventos sociales de la urbe porteña.

Su relevancia se remonta a la época de la República, a inicios del siglo pasado, después de la Primera Guerra Mundial, cuando se proyectaba como el sitio de visita obligado de los guayaquileños.

En ese tiempo, Guayaquil limitaba al norte con el cerro Santa Ana, al sur con el Camal Municipal, al este con el río Guayas y al oeste con el estero Salado. Y su población no superaba los 300.000 habitantes.

Como sitio de diversiones, lo primero que entró en servicio fue un bañadero llamado piscina por su pequeño tamaño (54 metros).

Estaba rodeada por tablones de mangle que, además de permitir la entrada y salida del agua, protegían a los bañistas de los tiburones del Golfo de Guayaquil, que eran frecuentemente avistados por los visitantes, según relata el historiador José Gómez Iturralde.

Paralelamente se habilitaron los espacios para los juegos de diversiones: rueda moscovita, el martillo eléctrico, góndolas voladoras, trampolines y toboganes.

Por sus diversas opciones de esparcimiento era el sitio preferido de los jóvenes. Durante el día se reunían para demostrar sus dotes de nadadores y pescadores; y en las noches dominicales, para exponer sus capacidades para el baile y el romance, mediante los paseos en bote y las caminatas.

Pero lo que hoy conocemos como Malecón del Salado en los primeros años del siglo anterior se denominaba El Corte. "Sus aguas eran tan limpias que los enfermos acostumbraban a tomar baños curativos", relata Jorge Martillo en una de sus crónicas.

"Se veían las piedras y las piernas", recuerda don Carlos Rubira, quien además acudía al estero a pescar y a nadar, tal como lo hacían todos los jóvenes de la época, especialmente los estudiantes del Vicente Rocafuerte y de la Universidad de Guayaquil.

Recuerda además que el balneario estaba dividido en dos secciones: del puente a la izquierda para las mujeres y a la derecha para los hombres. A esa regla antecedió una más desfasada para esta época. En 1866, Belisario González, uno de los propietarios del centro de diversiones, reglamentó el uso de pantalón y cotona como la vestimenta adecuada para tomar el baño, detalla Gómez Iturralde.

Como en este tiempo esas disposiciones eran de lo más comunes, la cantidad de bañistas era enorme y para saciar el hambre de los visitantes sobre la orilla se vendía café con leche, tostadas, chocolate, sándwiches de jamón o queso.

En ese mismo escenario, en la concha acústica "Music Shell", inaugurada en 1930, se presentaron artistas como Libertad Lamarque, Mapy Cortés, Leo Marini, Hugo Romani, Olga Guillot; y los nacionales Walter Cavero, las hermanas Mendoza Sangurima. También conjuntos y orquestas, entre ellas Blacio Jr., Tropical Boys y Cotton Club-Cumparsita.

Años más tarde, en la década de 1950 se construyó una pista de bolos y otra de baile. En ese escenario, los visitantes bohemios, entre ellos Julio Jaramillo, "mataban" la noche en el bar "El Trocadero" o El Barquito, al pie del puente 5 de Junio.

Con el tiempo, en lo que ahora es la Ciudadela Ferroviaria, se habilitó un campo deportivo. Se construyó una cancha de fútbol y dentro del perímetro un diamante para jugar béisbol. Posteriormente ese espacio se usó como cuadrilátero para combates de boxeo y una plaza de toros cuadrada.

"Un empresario organizó un combate entre un toro y un jaguar, que al momento del enfrentamiento huyeron despavoridos, provocando la pifia del público", recoge Gómez Iturralde en sus crónicas.

Por esa misma época eran muy famosas las apuestas en las competencias náuticas (cruzar el estero de orilla a orilla) y los chapuzones desde el puente 5 de Junio (construido de cemento en los años treinta). Esa fue otra de las pasiones de Don Carlos Rubira Infante en sus años mozos.

Contaminación y regeneración

El tiempo siguió su marcha y las cristalinas aguas del estero sucumbieron ante el desarrollo industrial y poblacional de Guayaquil. "Las fábricas no tienen dónde desfogar y lanzan sus aguas residuales al sistema de alcantarillado pluvial", explica el consultor medioambiental, Jorge Cevallos.

Por desconocimiento o falta de conciencia ambiental la contaminación deterioró el estero y la única medida ahora es "evitar que las aguas contaminantes lleguen al Malecón", acota.

El Cabildo asumió el reto de devolverle la vida y comenzó por la regeneración del Malecón, que abarca desde la Universidad de Guayaquil hasta el puente de El Velero, el Parque Lineal y el Malecón del Suburbio.

Esa iniciativa, que vino después de cuarenta años de abandono, le permite a Maruja Riofrío recordar los días en que, junto a su esposo, José Mendoza, navegaba en bote, a cambio de un sucre, por las cálidas aguas del estero Salado.
Fuente:La noticia al instante