El
cuidado de los cerros, bosques y el estero Salado, así como la voluntad
de crear conciencia en la comunidad sobre la importancia del
medioambiente son los objetivos que se han planteado cuatro movimientos y
organizaciones ecológicas con sede en el norte de Guayaquil.
Profesionales, artistas y estudiantes forman Cerros Vivos, Amigos del Estero, Árboles sin Fronteras y Fundación In Terris del Balandra Cruz del Sur, grupos que con labor de voluntariado y la autogestión defienden los escasos recursos naturales que hay en la urbe.
Árboles sin fronteras
En el 2011, tres amigos que retornaron de un voluntariado de dos años
en la organización Árboles sin Fronteras, en Argentina, iniciaron un
movimiento ecológico en Guayaquil con el mismo nombre de la iniciativa
argentina.
Su objetivo es proteger la flora nativa del bosque autóctono que predomina en la Costa y particularmente en Guayaquil. Para ello mantienen un vivero de árboles nativos en el cerro de El Paraíso.
También reforestan y recolectan semillas de árboles nativos y mantienen un programa de “padrinos”, que cuidan la planta hasta que logre cierta altura y pueda ser sembrada. Además dictan charlas de conciencia ecológica o de germinado.
“Nuestra labor es autosustentable en ideas y recursos, pero falta apoyo de la empresa privada para mantener el vivero y diversas actividades”, afirma Javier Pariente, quien junto a Natalia Roca y William Lucas fundó el grupo. Actualmente hay dos asesores para proyectos y entre 15 a 20 voluntarios.
Explica que entre los árboles del vivero están el ceibo, fernán sánchez, bototillo, amarillo, guasmo, acacia, samán y particularmente los pijíos, los que más cuidamos porque están en peligro de extinción.
Cerros Vivos
“Somos una organización voluntaria sin fines de lucro que busca
contrarrestar el déficit de áreas verdes naturales en Guayaquil y
compartir conciencia como dice nuestro logo”, afirma Miguel Matute.
El movimiento Cerros Vivos nació hace algunos años gracias a los actores Mariuxi Ávila y su compañero Julio Huayamabe, quienes se reunían al pie del cerro El Paraíso para hacer eventos ecoculturales. Pero luego, un problema de tierras ocurrido hace unos dos años unió a los activistas que actuaban en forma aislada y de ahí en adelante Cerros Vivos abarcó más aspectos.
“Buscamos defender al bosque protector Cerro Paraíso, que tiene 299 hectáreas de área protegida que no entendemos por qué Guayaquil no los ve. Queremos que el guayaquileño sienta el cerro, participe de actividades como volar cometas, sembrar árboles, obras de teatro al aire libre, mingas de limpieza, senderismo por el cerro, experiencias que van creando vínculos con la naturaleza, pues el guayaquileño está acostumbrado a los centros comerciales, el ruido y las discotecas.
“El grupo incluye fotógrafos, biólogos, artistas, acuacultores, arquitectos, ingenieros, cada uno con sus trabajos y familias, y que cuando regresan a su casa se ponen el chip de Cerros Vivos.
Lastimosamente no podemos activar por el momento el 100% del tiempo”, señala Matute.
Destaca el éxito del uso de redes sociales para convocar a los festivales y actividades. “Tenemos más de 2.400 seguidores en Facebook y eso se replica. Lo que buscamos desde hace un par de años es abrir más el abanico y crear más actividades alrededor de estos festivales”.
Amigos del Estero
Este movimiento nació en septiembre del 2010 con la iniciativa de
recuperar el estero Salado, señala Mónica Solano, licenciada en Turismo y
ecologista ambientalista, quien se enamoró del brazo de mar desde que
llegó de su natal El Triunfo para emprender estudios universitarios.
Tenemos voluntarios que entran y salen, pero siempre fluctúan alrededor de diez personas. Además hay gente activa en redes sociales que comunican, ponen enlaces, comparten fotos, acuden a jornadas ecológicas o colaboran cuando pedimos donaciones”, asegura.
Señala que sus zonas de trabajo son La Playita del Guasmo, sector menos contaminado y donde se trabaja en turismo comunitario y ecológico, y en el denominado Bosque Protector Salado Norte donde se encuentra mucha basura y contaminación y no hay turismo.
Allí, los moradores de Urdesa Norte y Kennedy en su mayoría no saben de la existencia del bosque ni los beneficios del manglar, afirma.
Resalta que en este bosque hay un tramo que el Municipio regeneró, que se encuentra hacia la avenida Francisco de Orellana, pero hay otro que está abandonado, que va hacia la avenida Juan Tanca Marengo, pese a que todo el bosque es considerado área protegida.
“En otros países se han salvado y recuperado ríos y lagunas. No sabemos por qué no se puede hacer en el estero. La comunidad debe comprometerse más”, manifiesta.
In Terris y Balandra
Otra iniciativa ecológica que gana importancia porque involucra a la comunidad guayaquileña son las ferias Bona Terra, de la Fundación In Terris y el colegio Balandra-Cruz del Sur.
In Terris nació en el 2007 por iniciativa del comité de padres de familia del colegio Balandra Cruz del Sur, con el objetivo de promover el desarrollo rural sostenible mediante dos ejes de trabajo: la agroecología y el saneamiento ecológico, expresa Marco Fioravanti.
Queríamos canalizar las labores sociales y ambientales de la comunidad estudiantil en la ecología porque estamos convencidos de que se debe trabajar en las causas y no en los síntomas y que parte del problema actual es que no hay un desarrollo sostenible en el campo, lo que origina migración masiva a la ciudad y problemas sociales como inseguridad y desempleo.
Una de estas iniciativas es la Feria Bona Terra, un sistema comunitario de alimentos creado en el 2011, que integra a doce productores agroecológicos que mediante asesorías técnicas pasaron de usar plaguicidas y fertilizantes sintéticos a productos orgánicos y agroecológicos que producen en sus fincas, indica Luis Gustavo Viteri.
Los productores agrícolas expenden en la feria que se desarrolla en las instalaciones de la sección primaria del Balandra cada quince días, los sábados, evitan la cadena de intermediarios y logran precios aún más económicos que los de productos similares en los supermercados de la ciudad, porque se eliminan intermediarios y los productores venden directamente a sus consumidores.
FUENTE
Profesionales, artistas y estudiantes forman Cerros Vivos, Amigos del Estero, Árboles sin Fronteras y Fundación In Terris del Balandra Cruz del Sur, grupos que con labor de voluntariado y la autogestión defienden los escasos recursos naturales que hay en la urbe.
Árboles sin fronteras
Javier Pariente Bowen se encarga del cuidado del vivero de
especies nativas de Árboles sin Fronteras. Francisco Verni |
Su objetivo es proteger la flora nativa del bosque autóctono que predomina en la Costa y particularmente en Guayaquil. Para ello mantienen un vivero de árboles nativos en el cerro de El Paraíso.
También reforestan y recolectan semillas de árboles nativos y mantienen un programa de “padrinos”, que cuidan la planta hasta que logre cierta altura y pueda ser sembrada. Además dictan charlas de conciencia ecológica o de germinado.
“Nuestra labor es autosustentable en ideas y recursos, pero falta apoyo de la empresa privada para mantener el vivero y diversas actividades”, afirma Javier Pariente, quien junto a Natalia Roca y William Lucas fundó el grupo. Actualmente hay dos asesores para proyectos y entre 15 a 20 voluntarios.
Explica que entre los árboles del vivero están el ceibo, fernán sánchez, bototillo, amarillo, guasmo, acacia, samán y particularmente los pijíos, los que más cuidamos porque están en peligro de extinción.
Cerros Vivos
Miguel Matute, Julio Huayamabe, Mariuxi Ávila
y otros miembros de Cerros Vivos. Francisco Verni |
El movimiento Cerros Vivos nació hace algunos años gracias a los actores Mariuxi Ávila y su compañero Julio Huayamabe, quienes se reunían al pie del cerro El Paraíso para hacer eventos ecoculturales. Pero luego, un problema de tierras ocurrido hace unos dos años unió a los activistas que actuaban en forma aislada y de ahí en adelante Cerros Vivos abarcó más aspectos.
“Buscamos defender al bosque protector Cerro Paraíso, que tiene 299 hectáreas de área protegida que no entendemos por qué Guayaquil no los ve. Queremos que el guayaquileño sienta el cerro, participe de actividades como volar cometas, sembrar árboles, obras de teatro al aire libre, mingas de limpieza, senderismo por el cerro, experiencias que van creando vínculos con la naturaleza, pues el guayaquileño está acostumbrado a los centros comerciales, el ruido y las discotecas.
“El grupo incluye fotógrafos, biólogos, artistas, acuacultores, arquitectos, ingenieros, cada uno con sus trabajos y familias, y que cuando regresan a su casa se ponen el chip de Cerros Vivos.
Lastimosamente no podemos activar por el momento el 100% del tiempo”, señala Matute.
Destaca el éxito del uso de redes sociales para convocar a los festivales y actividades. “Tenemos más de 2.400 seguidores en Facebook y eso se replica. Lo que buscamos desde hace un par de años es abrir más el abanico y crear más actividades alrededor de estos festivales”.
Amigos del Estero
Mónica Solano, de Amigos del Estero, junto a una planta de mangle en las riberas del Salado, en la Kennedy. Francisco Verni |
Tenemos voluntarios que entran y salen, pero siempre fluctúan alrededor de diez personas. Además hay gente activa en redes sociales que comunican, ponen enlaces, comparten fotos, acuden a jornadas ecológicas o colaboran cuando pedimos donaciones”, asegura.
Señala que sus zonas de trabajo son La Playita del Guasmo, sector menos contaminado y donde se trabaja en turismo comunitario y ecológico, y en el denominado Bosque Protector Salado Norte donde se encuentra mucha basura y contaminación y no hay turismo.
Allí, los moradores de Urdesa Norte y Kennedy en su mayoría no saben de la existencia del bosque ni los beneficios del manglar, afirma.
Resalta que en este bosque hay un tramo que el Municipio regeneró, que se encuentra hacia la avenida Francisco de Orellana, pero hay otro que está abandonado, que va hacia la avenida Juan Tanca Marengo, pese a que todo el bosque es considerado área protegida.
“En otros países se han salvado y recuperado ríos y lagunas. No sabemos por qué no se puede hacer en el estero. La comunidad debe comprometerse más”, manifiesta.
In Terris y Balandra
Otra iniciativa ecológica que gana importancia porque involucra a la comunidad guayaquileña son las ferias Bona Terra, de la Fundación In Terris y el colegio Balandra-Cruz del Sur.
In Terris nació en el 2007 por iniciativa del comité de padres de familia del colegio Balandra Cruz del Sur, con el objetivo de promover el desarrollo rural sostenible mediante dos ejes de trabajo: la agroecología y el saneamiento ecológico, expresa Marco Fioravanti.
Queríamos canalizar las labores sociales y ambientales de la comunidad estudiantil en la ecología porque estamos convencidos de que se debe trabajar en las causas y no en los síntomas y que parte del problema actual es que no hay un desarrollo sostenible en el campo, lo que origina migración masiva a la ciudad y problemas sociales como inseguridad y desempleo.
Una de estas iniciativas es la Feria Bona Terra, un sistema comunitario de alimentos creado en el 2011, que integra a doce productores agroecológicos que mediante asesorías técnicas pasaron de usar plaguicidas y fertilizantes sintéticos a productos orgánicos y agroecológicos que producen en sus fincas, indica Luis Gustavo Viteri.
Los productores agrícolas expenden en la feria que se desarrolla en las instalaciones de la sección primaria del Balandra cada quince días, los sábados, evitan la cadena de intermediarios y logran precios aún más económicos que los de productos similares en los supermercados de la ciudad, porque se eliminan intermediarios y los productores venden directamente a sus consumidores.
FUENTE
1 comentarios:
como puedo ayudar con esta iniciativa de cuidar el estero salado.
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