Guayaquil, la ciudad del río y del estero, está habitada por personajes con oficios que se niegan a naufragar. Uno de ellos es Ismael Zuloaga Melgar, guayaquileño de 71 años, cuya vida ha transcurrido a orillas del estero Salado. Actualmente es el único que se dedica a alquilar botes de remo en el lugar.
El sábado anterior, Zuloaga estaba bajo una finísima garúa sobre el Malecón del Salado. Cuando el sol se atreve a brillar, también aparecen las personas que desean remar. Él los atiende, entrega los chalecos salvavidas y ayuda a embarcar.
Los botes que alquila tienen capacidad hasta para cinco personas. Si nadie del grupo sabe remar, por un dólar puede contratar los servicios de un remero. El alquiler del bote por media hora tiene un costo de $ 4. La atención de lunes a viernes es de 10:00 a 18:00; sábados, domingos y feriados de 10:00 a 19:00. Actualmente existe una flotilla de 15 botes. Unos son de fibra que por livianos y más rápidos los prefiere la gente joven. En cambio, los clientes de más edad o deportistas optan por los tradicionales de madera y hasta solicitan remos más pesados para que el ejercicio sea más exigente.
Cuenta don Ismael que su historia en el estero comenzó con su padre, Pedro Zuloaga, un carpintero naval que a finales de los cincuenta construyó un bote para averiguar si funcionaba el negocio de alquiler. Las riberas del estero eran el taller de su padre, que en un mes construía un bote. Utilizaba guayacán y guachapelí para la armazón, y las duelas, o sea el forro de la embarcación, eran de laurel. Actualmente la carpintería naval en madera está desapareciendo porque los nuevos botes son de fibra de vidrio.
Al inicio, su hermano Fénix alquilaba los primeros botes y luego él, que era un muchacho de 15 años. En aquella época se sumaron al negocio otros parientes, como su tío Cecilio, y este se convirtió para los Zuloaga en una tradición familiar. En aquellos años también se dedicaban a esta actividad Alfredo Lam, Timoleón López, Heleno Quinde, Alfredo Parrales y don Panchana, todos ya fallecidos. Entre todos formaron una flotilla de setenta botes.
Invito a los jóvenes a practicar el remo; a la familia a que disfrute de este espacio de recreación. Durante el paseo en bote podrán disfrutar de la flora y la fauna”.
Ismael Zuloaga Melgar, alquila botes
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Los visitantes pueden disfrutar de los paseos en bote por el Estero Salado desde las 10h00 |
Zuloaga evoca los años sesenta, cuando los fines de semana el Salado era un balneario que acogía muchísima gente. Comenta que durante los meses de invierno el calor era tan fuerte que la gente se bañaba hasta en la noche. En aquellos años funcionaban los restaurantes La Carpa, El Pío Pío y en la ciudadela Ferroviaria, El Barquito de Daniel Santos.
Durante las fiestas octubrinas, hasta los años setenta, se organizaban competencias de remo desde la fábrica de San Eduardo hasta el puente Cinco de Junio.
Zuloaga asegura que tanto era el auge del remo que por años se organizó un campeonato intercolegial. Siempre el campeón era el Vicente Rocafuerte, aunque la última edición la ganó el Ati II Pillahuaso.
A partir del 2004, cuando se inauguró el nuevo Malecón del Salado, Zuloaga con sus botes están en el actual muelle y desde que se inauguró la fuente luminosa, el público llega a alquilar botes al final de la tarde para tomarse fotos con esta de fondo.
Ismael Zuloaga, el último heredero de una tradición tan guayaquileña como nuestro estero Salado. (I)
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