El
cuidado de los cerros, bosques y el estero Salado, así como la voluntad
de crear conciencia en la comunidad sobre la importancia del
medioambiente son los objetivos que se han planteado cuatro movimientos y
organizaciones ecológicas con sede en el norte de Guayaquil.
Profesionales, artistas y estudiantes forman Cerros Vivos, Amigos del
Estero, Árboles sin Fronteras y Fundación In Terris del Balandra Cruz
del Sur, grupos que con labor de voluntariado y la autogestión defienden
los escasos recursos naturales que hay en la urbe.
Árboles sin fronteras
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Javier Pariente Bowen se encarga del cuidado del vivero de especies nativas de Árboles sin Fronteras. Francisco Verni
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En el 2011, tres amigos que retornaron de un voluntariado de dos años
en la organización Árboles sin Fronteras, en Argentina, iniciaron un
movimiento ecológico en Guayaquil con el mismo nombre de la iniciativa
argentina.
Su objetivo es proteger la flora nativa del bosque autóctono que
predomina en la Costa y particularmente en Guayaquil. Para ello
mantienen un vivero de árboles nativos en el cerro de El Paraíso.
También reforestan y recolectan semillas de árboles nativos y
mantienen un programa de “padrinos”, que cuidan la planta hasta que
logre cierta altura y pueda ser sembrada. Además dictan charlas de
conciencia ecológica o de germinado.
“Nuestra labor es autosustentable en ideas y recursos, pero falta
apoyo de la empresa privada para mantener el vivero y diversas
actividades”, afirma Javier Pariente, quien junto a Natalia Roca y
William Lucas fundó el grupo. Actualmente hay dos asesores para
proyectos y entre 15 a 20 voluntarios.
Explica que entre los árboles del vivero están el ceibo, fernán
sánchez, bototillo, amarillo, guasmo, acacia, samán y particularmente
los pijíos, los que más cuidamos porque están en peligro de extinción.
Cerros Vivos
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Miguel Matute, Julio Huayamabe, Mariuxi Ávila y otros miembros de Cerros Vivos. Francisco Verni
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“Somos una organización voluntaria sin fines de lucro que busca
contrarrestar el déficit de áreas verdes naturales en Guayaquil y
compartir conciencia como dice nuestro logo”, afirma Miguel Matute.
El movimiento Cerros Vivos nació hace algunos años gracias a los
actores Mariuxi Ávila y su compañero Julio Huayamabe, quienes se reunían
al pie del cerro El Paraíso para hacer eventos ecoculturales. Pero
luego, un problema de tierras ocurrido hace unos dos años unió a los
activistas que actuaban en forma aislada y de ahí en adelante Cerros
Vivos abarcó más aspectos.
“Buscamos defender al bosque protector Cerro Paraíso, que tiene 299
hectáreas de área protegida que no entendemos por qué Guayaquil no los
ve. Queremos que el guayaquileño sienta el cerro, participe de
actividades como volar cometas, sembrar árboles, obras de teatro al aire
libre, mingas de limpieza, senderismo por el cerro, experiencias que
van creando vínculos con la naturaleza, pues el guayaquileño está
acostumbrado a los centros comerciales, el ruido y las discotecas.
“El grupo incluye fotógrafos, biólogos, artistas, acuacultores,
arquitectos, ingenieros, cada uno con sus trabajos y familias, y que
cuando regresan a su casa se ponen el chip de Cerros Vivos.
Lastimosamente no podemos activar por el momento el 100% del tiempo”,
señala Matute.
Destaca el éxito del uso de redes sociales para convocar a los
festivales y actividades. “Tenemos más de 2.400 seguidores en Facebook y
eso se replica. Lo que buscamos desde hace un par de años es abrir más
el abanico y crear más actividades alrededor de estos festivales”.
Amigos del Estero
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Mónica Solano, de Amigos del Estero, junto a una planta de mangle en las riberas del Salado, en la Kennedy. Francisco Verni |
Este movimiento nació en septiembre del 2010 con la iniciativa de
recuperar el estero Salado, señala Mónica Solano, licenciada en Turismo y
ecologista ambientalista, quien se enamoró del brazo de mar desde que
llegó de su natal El Triunfo para emprender estudios universitarios.
Tenemos voluntarios que entran y salen, pero siempre fluctúan
alrededor de diez personas. Además hay gente activa en redes sociales
que comunican, ponen enlaces, comparten fotos, acuden a jornadas
ecológicas o colaboran cuando pedimos donaciones”, asegura.
Señala que sus zonas de trabajo son La Playita del Guasmo, sector
menos contaminado y donde se trabaja en turismo comunitario y ecológico,
y en el denominado Bosque Protector Salado Norte donde se encuentra
mucha basura y contaminación y no hay turismo.
Allí, los moradores de Urdesa Norte y Kennedy en su mayoría no saben
de la existencia del bosque ni los beneficios del manglar, afirma.
Resalta que en este bosque hay un tramo que el Municipio regeneró,
que se encuentra hacia la avenida Francisco de Orellana, pero hay otro
que está abandonado, que va hacia la avenida Juan Tanca Marengo, pese a
que todo el bosque es considerado área protegida.
“En otros países se han salvado y recuperado ríos y lagunas. No
sabemos por qué no se puede hacer en el estero. La comunidad debe
comprometerse más”, manifiesta.
In Terris y Balandra
Otra iniciativa ecológica que gana importancia porque involucra a la
comunidad guayaquileña son las ferias Bona Terra, de la Fundación In
Terris y el colegio Balandra-Cruz del Sur.
In Terris nació en el 2007 por iniciativa del comité de padres de
familia del colegio Balandra Cruz del Sur, con el objetivo de promover
el desarrollo rural sostenible mediante dos ejes de trabajo: la
agroecología y el saneamiento ecológico, expresa Marco Fioravanti.
Queríamos canalizar las labores sociales y ambientales de la
comunidad estudiantil en la ecología porque estamos convencidos de que
se debe trabajar en las causas y no en los síntomas y que parte del
problema actual es que no hay un desarrollo sostenible en el campo, lo
que origina migración masiva a la ciudad y problemas sociales como
inseguridad y desempleo.
Una de estas iniciativas es la Feria Bona Terra, un sistema
comunitario de alimentos creado en el 2011, que integra a doce
productores agroecológicos que mediante asesorías técnicas pasaron de
usar plaguicidas y fertilizantes sintéticos a productos orgánicos y
agroecológicos que producen en sus fincas, indica Luis Gustavo Viteri.
Los productores agrícolas expenden en la feria que se desarrolla en
las instalaciones de la sección primaria del Balandra cada quince días,
los sábados, evitan la cadena de intermediarios y logran precios aún más
económicos que los de productos similares en los supermercados de la
ciudad, porque se eliminan intermediarios y los productores venden
directamente a sus consumidores.
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