El pequeño dormía en la casa de su abuela que queda sobre el agua. Al levantarse caminó y descendió por un espacio entre las tablas
Foto: Karla Naranjo
Debajo de estas casas está el estero donde cayó Steven, de un año y medio de edad. Su abuela (en la puerta) lloraba al recordar el hecho.
Karla Naranjo ∙ REDACCIÓN GUAYAQUIL
Un momento de descuido le costó la vida de su hijo a una joven madre. Verónica Pérez salió de su casa ubicada en el zaguán de las calles Rosendo Avilés y la 50 para lavar ropa y tenderla en los cordeles de la vivienda de su madre ubicada en la misma dirección, sobre el estero Salado.
Con la ropa en un brazo y su pequeño Marlon Steven dormido en el otro se alistó para una tarde de quehaceres domésticos. Al bebé lo recostó en un mueble color café junto a la puerta y ella con su lavacara se quedó muy cerca, en el estrecho callejón de afuera, para escuchar si se levantaba.
Pero pese a esta precaución no pudo evitar que su hijo, de apenas un año y medio de edad, se levantara del asiento, caminara hacia los dormitorios en la parte posterior del inmueble y cayera al estero Salado por un espacio que se había formado entre las negras tablas del pasillo.
A las 17:15, la progenitora tuvo un pálpito y entró para ver si su bebé continuaba dormido, pero no lo encontró. Desesperada empezó a buscarlo por los cuartos, no lo halló.
Los gritos de Verónica alertaron a los vecinos que de inmediato la ayudaron a registrar por las casas contiguas y hasta por debajo de estas. Ahí solo se veía agua oscura mezclada con basura.
Hasta que Omar Jordán, un vecino que se lanzó por una angosta cavidad entre la tierra y el piso de una vivienda, vio que Steven flotaba boca abajo e intentaba chapuletear. Nadó y lo sacó y, según dijeron los testigos, el pequeño aún respiraba.
Su tía Rocío Placencio no dejó que pasara ni un solo minuto y le dijo a un amigo que encienda la moto para llevarlo al hospital Guayaquil.
“Llegué en menos de 7 minutos y me dijeron que pida turno, no lo atendían. A mí me vomitó en el hombro, podían haberle salvado la vida y no lo hicieron”, dijo llena de indignación Placencio, a quien a las 18:15 le dieron la noticia de que el bebé había fallecido.
Claudina Placencio, abuela de Steven, no podía contener el llanto. Lamentó que no se encontraba en casa para evitar que ocurra esa desgracia con el más pequeño de sus 7 nietos. “Era gordito y gracioso. Le gustaba que la gente se ría. Por ejemplo si se caía y alguien se burlaba, se volvía a lanzar al piso para que se rieran nuevamente”, contó llevándose la mano a su cabeza.
El cuerpo de Marlon Steven fue velado en la 49 y Rosendo Avilés, en casa de un allegado. Ahí se congregaron vecinos y sobre todo niños, que querían ver cómo estaba su pequeño amigo. Norma Campoverde, otra tía de la víctima, pidió ayuda, pues no tienen dónde enterrar el cuerpo. La mujer está embarazada y sobando su abultado vientre recordaba a su ‘gordito’, como le decía cariñosamente.
Extrema pobreza
Los moradores de Rosendo Avilés y la 50, sector conocido como ‘La Ciudad perdida’ y donde todas las casas son de caña, pidieron ayuda pues sus domicilios están a punto de caer al estero y cada 9 días hay aguaje y el agua les llega más arriba de las rodillas.
Fuente: ppelverdadero
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