lunes, 15 de noviembre de 2010

Mansiones que perdieron su encanto por el estero Salado

Propietarios guardan la esperanza de que sea recuperado

Cientos de familias que habitan en sus orillas, especialmente en los tramos de Urdesa y Miraflores, han visto como el valor de las casas ha decaído en la última década por la contaminación.

Fantasmal. Muchas viviendas ubicadas en los tramos de Urdesa, 
Miraflores y Mapasingue han sido abandonadas por
sus propietarios debido al hedor de las aguas del ramal
 
Hace 25 años la casa de Cecilia Viteri, ubicada en las calles Costanera y Ébanos (Urdesa Sur) en plena orilla del estero Salado, era la más solicitada para los encuentros de amigos y reuniones familiares. Sus aproximadamente 300 metros de construcción, climatización y ubicación privilegiada resultaban acogedores para los asiduos visitantes.

Actualmente, aunque la vivienda conserva su elegancia y recibe mantenimiento constante, con el estero no ha sucedido lo mismo. El mal olor que emana cuando sube y baja la marea ha impregnado todos los rincones de la casa, tanto que el uso de ambientadores no es suficiente para eliminarlo.

Quienes viven allí ya no perciben el hedor. “Nos hemos acostumbrado”, aclara la señora Viteri. “Son las visitas que antes admiraban la construcción, las que ahora nos reclaman por qué seguimos viviendo en este lugar”.

El estero Salado, que atraviesa la ciudad con 30 kilómetros de ramales, está compuesto en un 90 por ciento de mangle. Durante décadas fue el termómetro ambiental de la ciudad. Hoy luce un color verde petróleo y emite un olor a podredumbre, en especial en los tramos norte de Urdesa, Miraflores y Mapasingue.

Por este motivo, los propietarios de las lujosas mansiones que antaño costaban fortunas, por las que hoy nadie ofrece un real, se han visto obligados a abandonarlas o ponerlas en venta. Quienes aún las habitan luchan a diario, no solo para evitar el ingreso de ratas y mosquitos que pululan en los alrededores, sino también de ese olor a descomposición permanente.
De hecho, un estudio de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) admite que el 60 por ciento del cuerpo hídrico está repleto de lodo sin oxígeno, producto de los residuos domésticos e industriales que ingresan a diario al canal.

Atilio San Lorenzo, dueño de la vivienda N° 100 ubicada en la Circunvalación Sur de Urdesa, añora los días en los que su mansión era más que un lugar de descanso, “un paraíso”. Cuenta -con tristeza- que las áreas de descanso como la piscina, la cancha de fútbol, el gimnasio y el sauna, que antes utilizaba en compañía de las visitas, ahora “están vetadas”. “Abundan las moscas. El olor es insoportable. No puedo dejar que mis hijos o conocidos se expongan a tanta insalubridad”, sostiene San Lorenzo.

En cuanto al interior, como precaución ha instalado una central de acondicionador de aire que abastece a todos los cuartos para así mantener las ventanas y puertas cerradas.
Esta lujosa construcción, admirada por quienes la observan a su paso, hace más de 20 años le costó millones de sucres a su propietario. Aunque hoy está avaluada en más de 500 mil dólares, en julio pasado, cuando su dueño quiso venderla, no hubo quién le ofreciera más de 200.000.

Gustavo Pereira, presidente de la Asociación de Corredores de Bienes Raíces (Acbir), explica que los olores con los cambios de marea y los problemas que esto acarrea, han generado una caída abrupta en la plusvalía de estas propiedades.

“Aunque tienen valores altos, los compradores no desean pagarlos por la suciedad del estero. Un comprador sabe que por ese mismo valor puede adquirir casas hasta más nuevas en la vía a Samborondón”.

Ismael Burbano, del domicilio N° 232 de la Circunvalación Central, cuenta en su casa con piscina y lujos como jacuzzi en la habitación principal. Él dice que la cisterna la debe lavar cada mes, cuando lo normal es cada seis, porque la suciedad del agua se filtra. La piscina y el jacuzzi están en desuso, para evitar enfermedades en la piel. “He puesto miles de filtros, pero nada es suficiente”.

Jorge Vázquez, quien cuida desde hace 14 años la casa de una familia machaleña, asentada en la calle Carlos Feraud Blum (Av. 34) del barrio Miraflores, asegura que sus hijos han sufrido irritaciones por el agua contaminada y en otras ocasiones por el excesivo cloro al intentar purificarla.

Con respecto al agua para el consumo, Vázquez dice que solo toman la de botellón, “por miedo a infecciones estomacales u otra enfermedad derivada de la contaminación”, pues sospechan que hasta el agua del tubo debe estar contaminada por la corrosión de las cañerías en el sector.

Algunos se niegan a abandonar sus mansiones, pero son los menos. Cada vez aparecen más avisos de “se vende”. Como la casa demarcada con el número 412, en Circunvalación Norte y la Quinta, de 231 metros de construcción y jardín interno que da al ramal de aguas saladas.
Su dueña, quien prefirió omitir el nombre, pide 135 mil dólares, aunque sostiene que su valor es mucho mayor. “Nadie quiere pagar más”, aclara. “Parece que el sector ya no es privilegiado”, negando de paso que los olores del estero lleguen al interior.

Contrario de esta, algunas ya han sido abandonadas. Luis Samaniego, vecino de una casa situada lateral al centro comercial Policentro, dice que desde hace cinco años nadie la habita. La amplia residencia, de un solo piso, cuenta con piscina, cancha de básquet y otros lujos. Sin embargo, sus dueños prefirieron emigrar a otro sector de la urbe. “El guardián de la mansión comenta que ahora viven en una casa más pequeña”, dice Samaniego.

Algunos dueños tienen la esperanza de que el estero sea recuperado, y a su paso el valor de sus propiedades. Por más de una década, y desde que la Municipalidad de Guayaquil asumió las competencias ambientales en 2002, los esfuerzos han sido numerosos.

En 1998 el Municipio ordenó una evaluación del estuario al consorcio Lahmeyer Climentaciones, tarea que costó 1,3 millones de dólares. La entidad determinó que en los últimos 10 años la contaminación del estero se debe en un 75 por ciento a descargas domésticas y un 25 a industrias.

En el 2002, un levantamiento científico de la Escuela de Ciencias Ambientales de la UEES indicó que cada cinco metros hay numerosas alcantarillas clandestinas de empresas con salida al estero en la parte norte de Guayaquil.

En el mismo año, el Cabildo también encargó la limpieza del estero Salado a la empresa privada Visolit, contrato que estará vigente hasta este año. Actualmente, 16 lanchas y 57 operarios recorren la zona desde la isla Trinitaria hasta el puente de Portete, y de la calle del mismo nombre hacia el norte.

A pesar de que se recogen cada año toneladas de desechos, los esfuerzos no han sido suficientes para pensar que a futuro niños y adultos vuelvan a nadar en sus aguas, como hace 30 años.

Cecilia Viteri, de Urdesa Sur, no pierde la esperanza de que su casa vuelva a ser la preferida de sus amigos.

Ofrecen limpieza total para el 2013

En febrero de este año, el Gobierno Nacional presentó la iniciativa “Guayaquil Ecológico” como parte del plan de Restauración y Generación de Áreas Verdes para la ciudad de Guayaquil.
El proyecto, que tiene como objetivo ofrecer a los habitantes espacios de recreación, consta de 4 componentes, entre los cuales se anuncia la restauración total del estero.

La intención es construir parques lineales a lo largo del estero, sembrar manglar y que posteriormente se vaya recuperando paulatinamente el Salado con procesos biológicos,  físicos y químicos de descontaminación.

El tiempo previsto para estas obras es de 3 años. Esto significa que para el 2013 el estero Salado deberá lucir totalmente recuperado a un costo de 73 millones de dólares.

Actualmente el Ministerio del Ambiente trabaja en actualizar la línea base, sacando muestras del Salado para medir el grado de contaminación.
 
“Hay que educar para poderlo recuperar”

El ingeniero Fernando Cevallos, director del Centro de Investigaciones de la Universidad Ecotec, considera que es factible recuperar el estero, aunque tendría que hacerse un proyecto con diversas fases. “La primera sería un mecanismo de educación ambiental. Luego, hacer un inventario de especies vivas en él, para saber y determinar cuál es el nivel actual de contaminación. Y la tercera fase sería la utilización de algún regenerador natural que permita revivirlo. En este momento lo único con vida son las plantas, pues las especies nativas se han extinguido”. 
 
Según el experto, una opción es la siembra de especies nativas. Además, utilizar algún tipo de purificante del agua. “No solo es la contaminación de la basura. Han sido detectados combustible, grasas y aceites. Hay que realizar una limpieza con algún bioquímico”.
“Conforme hay más asentamientos en sus márgenes, la contaminación es mayor. Anteriormente la gente tenía más conciencia de esa situación. Pero en este momento estamos botando absolutamente todos los desechos al agua”.

“En la zona de la Kennedy, el volumen de desechos arrojados no es tan alto. En zonas como el Guasmo y el Suburbio, por el puente de la A, la contaminación es mucho mayor”, según Cevallos.

Otro riesgo, dice, es que muchas personas están consumiendo los pocos peces que hay en el estero. “No se dan cuenta de que están contaminados”. Para el ingeniero, tendría que utilizarse algo similar a lo que emplean empresas del Oriente.

“Ellos usan un bioquímico que separa el combustible. No es cosa de uno o dos días, es un proyecto a largo plazo. Por desgracia no hay una cultura del reciclaje”. (JCH)

Foto: Christian Vázcones / Fuente: Diario Expreso

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