domingo, 13 de febrero de 2011

La bacteria que salvará al estero

Foto: Stalin Díaz/Expreso
Problema. El agua casi desaparece del estero cuando baja
la marea. Solo queda lodo, debido  al incremento de la
sedimentación

Tres biólogos llevaron a cabo un experimento que promete devolverle la vida a este regalo de la naturaleza

La iniciativa, cuyo costo es de $ 5 millones, busca activar microorganismos presentes en el lodo mediante el uso de nitrato de sodio


Su amistad data de cuando estudiaron en la Universidad de Guayaquil, por allá en los años 70. Eran jóvenes, idealistas y con deseos de hacer del mundo un sitio mejor. Por eso, en 1975 formaron una agrupación de biólogos para aplicar sus conocimientos en beneficio del ambiente. Y parte de su accionar fue enfocado en el estero Salado, que para entonces ya presentaba un alto grado de contaminación.

Hoy, tras varios años de experimentación y estudios, el biólogo Johnny Castro Montealegre, John Salazar (especialista en Bacteriología) y Jorge Chávez (especialista en Química) encontraron lo que consideran una forma segura para recuperar el estero Salado: la biorremediación.

Así se define cualquier proceso que utilice microorganismos, hongos, plantas o enzimas derivadas de ellos, para retornar a su condición natural un ambiente alterado por contaminantes. La propuesta del grupo es aplicar nitrato de sodio, una sustancia que estimula las bacterias heterotrópicas, las cuales se encuentran en el lodo y tienen la capacidad de consumir la materia orgánica.

El efecto práctico, como pudieron comprobar en sus experiencias, es disminuir la sedimentación que, con los años, ha crecido y obstaculiza el fluir del agua. “El nitrato de sodio es un compuesto nitrogenado que al incorporarse al suelo, ayuda a reproducir las bacterias que ahí habitan”, dijo Castro.

El biólogo, actual presidente de la Sociedad Latinoamericana de Acuacultura, trabaja en el área camaronera. Nació en Machala pero a los 17 años se radicó en el Puerto Principal, cuando ingresó a la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Guayaquil. Por años vivió en Miraflores, junto a este ramal de mar, y padeció los malos olores característicos de cuando baja la marea.

Con sus compañeros empezaron a monitorear la parte química del estero. “Hacíamos bactimetría y completamos un banco de datos. El principal problema era la cantidad de sedimento, especialmente desde el puente 5 de Junio hasta los dos ramales que entran a Urdesa”, señaló Castro. “El estero Salado tiene cada vez más sedimentación, por lo que existe menos agua y menos movimiento de corrientes”.

Según el biólogo, “en 1975 encontramos que en el puente junto al centro comercial Albanborja habían 1.35 metros de sedimento. Si uno se paraba ahí, quedaba enterrado. En el puente de Miraflores estaba en 1,05 metros. Cuando había marea baja, quedaban 40 centímetros de agua. Ahora, al bajar la marea, el cauce queda seco. El sedimento le ganó espacio al poco caudal que quedaba”.

La falta de agua genera el mal olor que tanto incomoda a los vecinos del estero. “El lodo produce gas sulfhídrico y amonio, responsable de la pestilencia. Cuando queda expuesto, el gas se libera en el aire y el olor se propaga. Queda impregnado en la ropa y las paredes”.

Desde entonces el grupo ha buscado el financiamiento para realizar proyectos de recuperación del estero y en ocasiones han obtenido patrocinio de empresas privadas. “En 1985 retomamos los monitoreos, hubo análisis químicos, aplicaciones de bacterias en módulos pequeños y hubo un cambio muy interesante. Por desgracia la persona al frente de la empresa falleció y todo quedó a un lado”, señaló Castro.

En 1991 y 1992 el profesional fue director de la Fundación de Rescate y Preservación del Estero Salado, con la cual desarrolló algunos proyectos. Uno era usar sistemas de aireación. “Colocamos una bomba de aireación en el puente del Policentro y otra en la ciudadela Ferroviaria, cerca al puente 5 de Junio”. Fueron equipos donados por una empresa privada y funcionaron cerca de un año.

Según él, la aireación funcionó en los sitios donde estaban las bombas, pero era muy poco el volumen. “Necesitaríamos unas 50 bombas a lo largo del estero para lograr recuperarlo de esa forma”.

En 1992 contrataron una draga para que sacara el lodo en el puente del Albanborja y lo depositara en una volqueta, que se lo llevaría. Pero era demasiado sedimento y chorreaba el líquido en todas las calles por las que pasaba la volqueta. “Eso producía malos olores”.

Hubo otros intentos, hasta que probaron la biorremediación en 2007. El área de ensayo fue desde el puente Ecológico, en Urdesa Norte, hasta la avenida Juan Tanca Marengo, unos 4,5 kilómetros. Aquí fue aplicado el nitrato de sodio durante cerca de dos meses y, según Castro, vieron resultados.

“Hubo reducción de materia orgánica, de fósforo, de nitrógeno y los parámetros buscaban estabilizarse”. Sin embargo, no tuvieron financiamiento para seguir. “El proyecto, pensado a 5 años, está valorado en $ 5 millones, frente a los $ 70 millones que cuesta el que va a implementar el Gobierno”.

El grupo de profesionales considera que este sistema es propicio para la problemática ambiental. “Son al menos dos años para estabilizar el estero y de ahí hacer aplicaciones periódicas hasta recuperarlo todo. En un año podríamos tener una recuperación del 30%”. El sueño de todos es que este ramal recupere su esplendor de antaño, cuando era paseo obligado para las familias, que ahí nadaban y pescaban. Y están convencidos de que con su método pueden lograrlo. (JCH)


Fuente: El Expreso

1 comentarios:

CIA DE IMAGEN Y EVENTOS INTERNAC. dijo...

Me parece muy interesante la propuesta y que sucede que no la han puesto en práctica, es por política? recursos o no esta comprobado que esta sea la mejor solución por que les aseguro que si se difunde es inmediata la aceptación.